domingo, 30 de enero de 2011

La Cueva del Escritor

Sentado en mi sofá, con mis pies alzados y mi computadora en mis piernas, escribo. Ante mi hay un televisor apagado, y la mesa para el café que divide el espacio entre donde yo me encuentro y aquella pantalla negra esta cubierta por un desmadre: hojas, libros, cuadernos, discos, platos sucios, vasos, una vela, una cámara, más libros, bolsas de plástico vacías, y mucho más. Es aquí, ante esta mesa y en este sofá, donde hago mi vida.
Suena el piano sutilmente, pero no hay nadie sentado en la banca que se encuentra ante él. Es más como un lamento, una necesidad a ser tocado, acariciado, una nota melancólica que muy pocas personas pueden oir. Ante el piano se encuentra otro sofá, reclinable, se puede transformar en cama, y sobre éste hay una pequeña repiza cubierta de libros, todos rojos, todos clásicos.
Hay más libros en otras repizas y en otros muebles, inclusive en la mesa del comedor que es muy rara vez usada para comer, ahí hay quien estudia, pero yo no, yo estudio en el sofá, escribo en el sofá, con mis pies alzados en la mesa para el café, mis pies uniéndose al caos que sobre ella yace.
Si se inspecciona con cuidado, hay muchos más objetos a los antes mencionados: una baraja vieja, otra más nueva, y a la que se le derramó el trago de vodka; también hay dominós, uno cubano y varios regulares; hay un sintetizador, hay una guitarra, un amplificador; lámparas, tapetes, las ventanas cubiertas por cortinas; ¿mencioné los cuadros?, ¿o las plantas?, ¿más papeles?, ¡Medicinas! Pareciera una farmacia entera.
Así es la cueva, como la llama un amigo, "La Cueva del Escritor." El punto de reunión por excelencia de dos filósofos errantes. Aquí se escribió el manifiesto, aquí se escribió la mancha, el otro manifiesto, y el jardín de los pensamientos. Entre el desorden, aqui nace la inspiración.
La Cueva del Escritor, un caos ordenado.

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