Mira detrás de esa puerta, vamos, ábrela; ahora dime, ¿qué ves? No tengas miedo. Sí, es como tú. Tiene los mismos ojos, la misma cara, la misma voz, su estatura es tu estatura, su edad es tu edad, es como verse en un espejo.
Háblale. Te repito, no tengas miedo. Sí, te lo prometo.
Es interesante, ¿no? Hablar contigo mismo, debatir tus ideas, vistas desde diferentes puntos de vista, uno desde el corridor iluminado, rodeado de vitrales, un mundo de colores; el otro, desde la oscuridad del armario, aquel que se encuentra detrás de la puerta. Le da una nueva profundidad a tu pensamiento, ¿no es así?
¡Detente, no entres! ¡Te dije que no entraras! Ahora la perspectiva es la misma, las opiniones no variarán, y lo peor, ya no sé cual de los dos es el real.
Ni modo, cerraré la puerta. ¡Estás encerrado!
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