He estado conviviendo con un ángel, ¿sabes? Es una aparición de alas cortas, de rostro hermoso y bondad eterna.
Sus labios son la llama de mi elocuencia. Cada beso enciende el fuego. Cada susurro lo mantiene ardiendo.
Su piel fría me hace invulnerable. Sus caricias me resguardan contra la muerte.
Y esos ojos me inundan de secretos. La mirada de dos almendras que evocan magia hacen que chispas vuelen, que el viento sople, que los cielos lluevan y colores brillen.
El día en que ella susurró algo a mi oído lo olvidé todo. Mis problemas, mis deseos, sólo estaba ella.
Si la abrazo (y lo hago a menudo) siento que mi cuerpo se convierte en algo muy ligero. Mis pies no tocan más el piso y el mundo se hace pequeño.
Si ella está cerca no le temo a nada; ni a la muerte, ni a la enfermedad, ni a la pobreza. Es mi ángel. Lo demás no importa.
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