domingo, 25 de septiembre de 2011

El que vio

El muchacho observaba captivado
La belleza de la Muerte,
Ese rostro y esos ojos,
Su silueta al desnudo.
Buscó ella el cubrirse mas el daño
Estaba hecho, y ella, en su prisa
Tropezó y cayó al agua.
El muchacho se acercó
-¿Quién eres? -preguntó.
-Soy tu fin, tu cruel destino,
Soy la Muerte -exclamó enfadada.
-Eres demasiado bella -dijo él.
-¡No lo digas! -gritó ella, escondida
En el agua.
-¿A qué le temes, dama hermosa?
¿Por qué escoder tu rostro? ¿Por
Qué esconder el cuerpo
Que cualquiera desearía?
-¡Qué se pudra, no lo quiero!
¡Soy la Muerte mas no inspiro miedo!
Pobre dama oscura, pensó el niño
Al ver las lágrimas caer,
Se acercó un poco más, buscando
Consolarla.
-¡No me tengas lástima, muchacho!
Que soy cruel, violenta, aún si bella.
¿No me crees aún, verdad? -la dama
Emergió.
El muchacho sonrojado la observó,
Recorrió con su mirada esa piel blanca,
Esa forma esbelta, alta.
Cuando sus ojos regresaron a aquel rostro
Vio ahí una mirada horrible.
Antes que las garras de la Muerte
Lo alcanzaran, el muchacho ya se había
Desplomado.

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