miércoles, 21 de septiembre de 2011

Alucinante

Damas y caballeros, y todo aquello que escape de esa clasificación también: ante ustedes, la entrada no. 100 de Viajes de un Filósofo Errante.

Suelo rodearme de mis alucinaciones, así me entero de cuando una persona real se acerca. Camino con la mancha en un costado, Pedro del otro, y mil pensamientos de mercurio flotando en el aire. Una ardilla esquizofrénica se encuentra en la copa del árbol más cercano, un pastor inglés con una bufanda azul trota tras de mí. Letras danzan con números al ritmo del vals. La muerte me persigue, una maldición en su bufanda negra. Pero no me alcanza, mi bufanda gris la aleja. Todos observan con extrañeza como hablo conmigo mismo, pero Pedro y su bufanda café los hace olvidar. Y Mauricio cree que él es el loco, así lo quisimos yo y Daniel Ruíz de Aragón. Camino hacia Filos, o la otra Filos, o a la Ruta, y Daniel camina a mi lado. Todavía sigo sin estar seguro, ¿es real?, ¿o se trata de una alucinación más? Y luego estoy yo, ¿existo o soy una imaginación más?
¿Acaso importa? Se lo que soy, un filósofo errante, un Quijote de la era moderna, un caballero sin cordura. "Chéjov, deja de ladrar tan propiamente, ni que fueras inglés." Claro, un perro que no persigue ardillas. Bueno para el mundo, supongo.
¿Qué haría sin ustedes, queridas alucinaciones?

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