lunes, 14 de marzo de 2011

Música

 Mis dedos acarician el piano. Las teclas se hunden bajo el peso que aplico, a veces suave, a veces repentino. Mis manos danzan sobre el teclado de madera. Estas manos, que juegan y brincan de lado a lado. La música fluye desde mis dedos. Es música tranquila, melancólica, y muy bella. El tocarla hace que se forme un nudo en mi garganta. Siento toda la tristeza de la pieza en mi interior. Soy uno con la pieza. La comprendo, y entiendo que no hay nota falsa. Todas encajan a la perfección.
 Mis ojos arden. Mi vista se vuelve nublada. Tanto sentimiento hace que mis lágrimas luchen por salir. Pero soy una presa. La música que toco expresa todo lo que siento, mas yo no expreso nada. Mi espalda se encuentra erguida, mi cuerpo bien sentado en el banco de madera, mis ojos se encuentran fijos en la partitura, y de reojo veo el teclado blanco, y mis manos pálidas que danzan sobre él.
 Mi quijada se endurece. Pestañeo rápidamente y una lágrima recorre mi mejilla derecha. El nudo en mi garganta se aprieta. Mis manos son ágiles, se mueven con elegancia por el piano, acariciándolo, amándolo. Mis manos son el canal de mis sentimientos, y la música.

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