Parecía una mañana normal, una mañana típica de domingo, sin embargo, había un sentimiento en el aire de que no lo era. Era algo que no se podía ver, ni oler, ni tocar ni escuchar, algo que no se podía pensar. Era incertidumbre, y Manuel la odiaba.
No sabía que tenía por delante, que iba a ocurrir, tampoco sabía que es lo que había ocurrido en el pasado. Estaba perdido, la mañana era como un vacío de razón, un hueco en la vida del cual saldría sólo hasta que el día hubiera acabado.
Salió a caminar por las calles de la ciudad y no entcontró ni a una sola alma. Las tiendas estaban cerradas, no había coches transitando, y el único ruido que se escuchaba era el del viento, corriendo libre por la ciudad.
Regresó a su casa en soledad. Tampoco ahí había nadie. Trató de dormir pero la incertidumbre le abría los ojos. Tenía tantas preguntas en la cabeza, y tantos conflictos. Flataban trece horas para que el día terminase.
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